Por: David Alcántara
@cobramemedio


Una historia inconclusa cumple 29 años, una historia que marcó la historia del Perú, la historia de la masacre en Uchuraccay. Han pasado 29 años desde el 26 de enero de 1983 desde que ocho periodistas y un guía fueron asesinados indignamente cuando estos llevaban a cabo su labor de investigar y dar a conocer la verdad sobre los acontecimientos que estaban vinculados con el accionar de Sendero Luminoso en la comunidad de Uchuraccay en Ayacucho.

Hasta hoy no existe un informe detallado que explique lo que ocurrió realmente en esas tierras ayacuchanas. ¿Los familiares, periodistas y peruanos seguirán esperando este informe? Se supo que hubo violencia en esa zona del país a manos de Sendero Luminoso, que asesinaban sin piedad a comuneros y autoridades, pero también se supo que las Fuerzas Armadas atropellaban los derechos de los pobladores. ¿Seguiremos esperando 29 años más para saber si las Fuerzas Armadas tuvo participación indirecta en la masacre de Uchuraccay?

Indudablemente quien no haya sufrido la pérdida de un ser querido no podrá entender el padecimiento y la angustia que se siente de saber que nunca lo volverá a ver, y lo único que se pide en esas condiciones es justicia, pero lamentablemente muy pocas veces es alcanzable. En este caso, estamos seguros  quienes decretaron la desaparición de los periodistas para que no se conozca la verdad: vino desde la cúspide del poder político.

La Asociación Nacional de Periodistas (ANP), sociedad decana de la prensa peruana cada año con el homenaje que les rinde sigue demandando castigo para quienes cometieron este terrible crimen, y sólo la verdad sabe quien o quienes fueron los asesinos materiales e intelectuales, porque los hubo.

La masacre ocurrida en Uchuraccay es uno de los más sangrientos sucesos de la historia del periodismo nacional, cuya verdad aún se mantiene oculta porque la conclusión “verídica.” Esta masacre fue el resultado de un “fatídico accidente” porque los periodistas y el guía fueron confundidos con senderistas por los comuneros de Uchuraccay, quienes en un estado de pánico los asesinaron.

Luego de 29 años todavía hay una herida que no ha cerrado, una herida que mientras siga abierta seguirá doliendo en los deudos de nuestros colegas, porque los verdaderos asesinos nunca pagaron su crimen. 

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