Por Rosa Chévez Sánchez -


Es imposible creer que esta sea la última carta que dejo para mis hijos, nietos y futuras generaciones que ya no veré nunca más, pues moriré. No  por un cáncer terminal o por una enfermedad crónica. Moriré con un nudo en la garganta, quizás el nudo más seco para mi cuerpo y alma. 

Moriré con la conciencia sucia, mi cuerpo estará regado por alguna parte de la tierra. Moriré con yagas en todo el cuerpo, sin el cabello que lucía cuando tenía 20 años y  a quién mantenía hidratado, radiante y fuerte. Se me irá cayendo poco a poco, hasta quedarme calva, marcada por no haber cuidado el agua cuando aún estaba a tiempo. 

Mi rostro estará marcado por arrugas que hubiera querido lucirlas a los 80 años, porque llegar a esa edad es todo un reto y respeto para quién sí supo conservar el tesoro más preciado del mundo. El agua. 

Aún recuerdo cuando era pequeña y jugaba carnavales hasta quedar empapada. Litros y litros de agua, mientras al otro lado del mundo, en África, 4 millones de niños dejaban este mundo sin disfrutar de él, pues su promedio de vida era de un mes. 

Si en el 2012 mi médico me recomendaba beber 2 litros de agua al día y yo como parte de una generación ignorante y de la cual me avergüenzo, no hacía caso. Hoy en el año 2070 apenas y bebo medio vaso de agua que empeora la situación de mis riñones, pues en los próximos días ya no se nutrirán, generando así dolores punzantes y difíciles de controlar. 

Atrás quedaron las tontas batallas por el petróleo, oro y diamantes. Hoy el agua vale más. Y qué decir del oxígeno. Mi pobre jardín, cuyo lugar exclusivo en casa adornaba de verde y un doquier de diversas flores, ya no están. El jardín el cual me encargó mi mamá y abuela, murió y con él murió parte de mi vida, infancia y juventud. Tantos recuerdos e historietas del abuelo en ese pequeño biohuerto, tantos chanchitos y hormiguitas que cosquilleaban mis delicadas manos hoy deshidratadas por falta de oxígeno y agua ¡Ya desaparecieron!

A mis padres, mis abuelos, mis hermanos y a ti. Sí, a ti. Que hoy estas sentado en tu computadora o desde un teléfono con internet. Respirando aire puro, tal vez no tan puro, pero al fin y al cabo estás respirando. Eres parte de este maravilloso mundo. Tú que tienes una maravillosa familia, una vida que la quisieras compartir con tu media naranja y llegar a ser un adulto y formar tu propia familia. 

Es hora de que mires alrededor tuyo, sientas como  el agua circula por la venas y bombea tu corazón, ese corazón que te fortalece y da vida para poder seguir disfrutando. ¿Pero disfrutando ahora y más tarde? Quizás todo sea mostaza y gris. Quizás el cielo se caiga en pedazos y la lluvia ácida se impregne en cada poro de piel. Quizás sólo recordarás el verde que algún día ignoraste  y trataste como a un pobre perro callejero. 

Sin embargo, tú estás a tiempo. Yo ya no estaré para contarte lo bello que fue la vida, que fue respirar los 20 años y sentir el fresco del aire, oír a los pájaros cantar de alegría, nadar con delfines y caminar con el mejor amigo del mundo mi perro “Zulki”. 


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