Por Rosa Chévez Sánchez -




La Hora del Planeta, va  más allá de una moda o del marketeo que sus organizadores bien han trabajado. No debe ser sólo 60 minutos y mucho menos una vez al año. ¿Y tú que vas hacer después de la hora?

No pretendo ser catastrófica sino constructiva, pues leo, veo, escucho que el planeta se acabará muy pronto, mentira. Mi tatarabuela decía “Mientras nazcan criaturas, el mundo no se acabará”. Han pasado más de cien años y sus nietas hoy convertidas en abuelas y bisabuelas me transmiten el gran engaño de tantas décadas.  

Soy de la generación del 90, y aún recuerdo el verde de mi jardín, el aire limpio y puro que rozaba mis mejillas rosadas, y en su dulce amanecer los rayos del sol acariciaban mi piel, más tarde una hermosa caída de sol anunciaba su descanso.

¿Soné cursi? Lo siento, pero son los momentos más puros y satisfactorios que viví junto a mi familia en una provincia alejada del bullicio y la gran contaminación. Recuerdo y regreso a esa década cuando la palabra cambio climático no era conocida y mucho menos tomada en cuenta.

En la actualidad, este término y muchos otros más aparecen hasta en la sopa de letras, la gente como tú y como yo estamos cansados de tanta parafernalia, mucho bla bla y pocas acciones. Es momento de pensar, amar, actuar ahora, porque quizás más tarde ya no tengas tiempo para hacerlo.

Vamos, no seas necio, únete al compromiso global. Deja el orgullo de lado, la arrogancia y escepticismo. Ya, ok, llámame ilusa, tonta y demasiado empalagosa para tu gusto. Pero esta noche no le des la espalda, si más de ciento millones de personas se suman a esta gran cruzada, porque no formar parte del cambio y comprometerte con él.

No permitamos que nuestros glaciares sigan hundiéndose para no volver nunca más, no agotemos nuestra capa de ozono, lleguemos al 2050 con un 50% menos de CO2 (Dióxido de carbono), dile sí a la revolución renovable de los combustibles fósiles por energía eólica, solar, hidráulica. Hoy a partir de las 8:30 deja tu huella ecológica y compromete a cuidar tu casa, mi casa, nuestro planeta tierra.

Hoy, apaga tus luces, pero enciende tu corazón para el planeta. Y si tienes la oportunidad de caminar en vez de ir en carro, hazlo. Chapa tu cleta y reduce el consumo de combustible. De paso que quemas grasita. No dejes que el agua siga corriendo. Hoy está en tus acciones que La Hora del Planeta no sea sólo una moda y hora que incomoda, sino una hora para que te animes a sonreír  y decirle cuánto lo amas.

En casa, en tu centro de estudios, en el barrio con la trampa, la firme, aprovechen para salvar al planeta, eso sí, suave con la tasa de natalidad. No te confundas con la hora loca, es la hora del Planeta.

Por último, para mis estimados borrachines que les encanta agarrar los espacios públicos como letrinas, a esa gente que en varias oportunidades fueron la causante de que mi hígado se retuerza de la cólera por arrojar desde un automóvil papel o cáscara de plátano en la calle como si fuera un tacho de basura, parte de mi familia que aún no tiene conciencia ambiental y que no entiende por qué no debemos de hacer aquello, a mi abuela que dejaba correr el agua mientras lavaba las verduras, a mis patas del cole, la universidad y de barrio que se burlaban de mí cuando les decía “Amo a mi madre naturaleza”, a mi viejita que coleccionaba bolsas de plásticos y que ya las cambió por biodegradables, a mis caseros del mercado que aún viven olvidadas por las autoridades.

 A mis amigos agricultores tradicionales que bombardean el suelo con harto pesticida por satisfacer la demanda del mercado. Y si me faltó… a todos los que no cambian, no entienden, se hacen los necios, se vacilan como ignorantes en el tema, a los que sí alzan su voz.

Porque hoy sí apagaré mi luz y siempre me apagaré por devolverle un poco de oxígeno. Por darle una gota de esperanza. Por demostrarle cuánto la amo. 


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