Por Rosendo Alarcón - 


Su nombre es Fanny Vargas y vive en el distrito de Independencia. Madre de dos hijos. Trabaja todas las noches recogiendo plásticos y papel blanco para llevar unas cuantas monedas a su hogar. La vida la golpeó como nunca. La separaron de su primer hijo cuando recién había nacido, por motivos que ella solo conoce y no quiere revelar. Han pasado casi 40 años y ella aún no lo ha visto. 

Sin embargo, tiene al menos el consuelo de su otro hijo que sufre de hongos en la piel. Pero  gracias a la ayuda que ha recibido de distintas emisoras de la capital, su retoño se está curando con productos medicinales que no están tan caras en las farmacias.

‘’La vida continúa’’, me comenta Fanny con una mirada despistada, no me quiere ver al rostro. Le digo si no es porque soy feo. Ella ríe. Casi siempre recoge plásticos en el distrito de Lince, ya que le proporciona seguridad. La gente es más amistosa con ella. En el camino se cruzó con gente ‘’mala’’, como ella indica, que la botó como si fuera un perro callejero. Pero ella lucha por su hijo, por sus vidas.



A sus 70 años trabaja de sol a sol para poder sacar adelante la chocita donde vive con su  hijo. A veces pueden comer. Pero gracias a su vecino, quien le regala pan serrano todas las mañanas, puede sostenerse hasta que caiga la noche.

Caminamos por las calles de Lince. Le ofrecí agua. No aceptó. Insistí y me explicó que no suele tomar agua cuando trabaja porque después tendría ganas de orinar. La gente no le prestaría un baño. Me pregunté:  ¿tan inhumanos somos con estas personas?

Continuamos caminando y hablando. Me decía que no tocase ningún objeto porque están muy contaminados. Me sentí tan cabizbajo, ¿cómo una persona en situaciones económicas tan precarias,  puede ser todavía generosa? No le tomé importancia, tan solo quería ayudar.



La gente por la calle nos miraba extraño. Suponía que era por mi actitud al hacer esto. En ese momento descubrí que la inhumanidad todavía existe en muchas personas. No entienden o no quieren comprender el motivo de la solidaridad.

JOSEFITA

Tiene una amiga que vende dulces, galletas y gaseosas  en un pequeño puesto en la cuadra 24 de la avenida Arequipa. Los amigos le dicen ‘Josefita’. Ella cuida de sus cosas mientras la señora Fanny vuelve del trabajo con otro costal.

‘Josefita’ salió un momento a comprar un jarabe para su tos. Le dejó cuidando el puesto a la señora Fanny. Aprovechamos en conversar más. Me dijo que le encantan los boleros y la cumbia. Es admiradora de Lucha Reyes, Segundo Rosero y el Grupo 5.


MEDIA NOCHE

Fuimos por más plástico. Sin darnos cuenta ya era media noche. Me dijo que ya se iba a su casa y que era un largo viaje desde donde estábamos. Quería acompañarla, pero no quería, porque era peligroso. Se despidió de su amiga y fuimos al paradero que quedaba a una cuadra del puesto. Traté de parar un bus pero al vernos con el costal cargado de botellas, se pasaron de largo.  Intentamos con otro hasta que paró. Subí por la puerta trasera y  Fanny por delante. Dejé el costal en el carro. El  chofer pensaba que yo también iba, felizmente logré bajarme del carro. Fanny se fue. 

Fue muy extraña la sensación que sentí al regresar a mi casa, porque solo atinaba a mirar al suelo buscando una botella plástica para dársela a la señora Fanny.


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