Por Jim Paz

De cada 10 casos de discapacidad en el mundo, cinco son por problemas mentales, según la Organización Mundial de la Salud (OMS)


¿Quién no ha visto por la calle a un “loco”?, ¿quién no conoce algún caso cercano de “locura”?, es más ¿quién ha vivido en carne propia la tristeza de tener a un familiar con problemas mentales?

La salud mental, es un aspecto  de nuestra integridad que esta postergada al último plano; siendo ésta, paradójicamente, la responsable de nuestro bienestar integral. En otras palabras, si estamos bien mentalmente, estaremos aptos para enfrentar la vida, trabajar, producir y contribuir con nuestra comunidad.
La violencia contra mujeres y niños es uno de los indicadores de cuan desatendida está la salud mental en nuestras sociedades.

¿Por qué se producen estas enfermedades?

No se conoce exactamente el por qué de los desordenes mentales, debido a que aún se conoce muy poco de lo que ocurre en el cerebro humano. Aunque se sabe que, factores ambientales y culturales, o el consumo de algunas sustancias pueden ser la causa.

Así como también pueden tener un origen genético y por lo tanto ser heredables. Por ejemplo: los hijos de padres que hayan padecido algún mal mental tienen el 7% de posibilidades de presentarlo; y en hermanos gemelos, en donde uno de los dos lo padece, la posibilidad de que el otro también lo tenga es del 50%. 
De tal manera que el diagnóstico que los psiquiatras hacen, está basado sólo en el aspecto clínico; es decir, en los síntomas, signos y evidencias que pueden presentar el paciente o que informan los familiares.

Buscar una cura

Las enfermedades de tipo mental más comunes, después de la depresión y la ansiedad, son: La Esquizofrenia, el trastorno Bipolar, Alzheimer o los trastornos alimenticios, y si bien no todas son curables, si son tratables; pero no bastará con la ayuda de profesionales, hará falta, y en gran medida, el afecto, comprensión y dedicación de los familiares, quienes también deberán recibir terapias para estar preparados emocionalmente y saber reaccionar ante una eventual crisis del familiar enfermo.
En muchos casos es necesario internar al paciente en instituciones especializadas, donde reciben una atención personalizada, sin aislarlos de su medio y sin la prohibición de sus derechos más elementales como la libertad o la dignidad.

No olvidemos que los sanatorios mentales son lugares de recuperación, lugares de paso y no cárceles de discriminación y maltrato. Por lo tanto es obligación de los establecimientos contar con ambientes adecuados que hagan agradable la estadía de los pacientes, hasta que ellos puedan volver a una vida totalmente funcional.



La salud mental en el Perú:

La información internacional señala que: de cada mil personas con problemas de salud mental, sólo 40 llegan a tratarse. En el Perú, un estudio realizado por el Instituto Especializado de Salud Mental, ha determinado que la predisposición de aquejar alguna enfermedad de este tipo es del 18% en Lima, 16.2% en la Sierra y  de 21.4% en la Selva.

Aún con estas cifras, el Ministerio de Salud de nuestro país destina sólo el 3% de su presupuesto a este sector; por lo tanto la distribución se centraliza, logrando así que la atención psiquiátrica no esté disponible en varias regiones.

En el país existen sólo tres centros especializados que reciben ayuda directa del Estado: el Instituto de Salud Mental “Honorio Delgado Hideyo Noguchi”, el hospital regional de Huánuco “Herminio Valdizán” y, el más conocido, “Víctor Larco Herrera”; por lo que, ante la creciente demanda de estos servicios, existen centros alternativos, pero muchos de estos tal vez sean el último lugar en el que los pacientes desearían estar. Personal poco calificado, incapaz de lidiar con pacientes especiales, que pierden la paciencia y terminan recurriendo a métodos ortodoxos, contraproducentes con la recuperación del enfermo, es lo que comúnmente se encuentra en estos centros.

Llamar loco a estos pacientes, es el ejemplo más cercano de cómo nuestra sociedad, desinformada e intolerante, ha minimizado una realidad global con el que debemos aprender a convivir. Es la misma desinformación que ha llevado a tejer el mito de que todo enfermo mental es agresivo y peligroso, lo cual no necesariamente es aplicable a la realidad; pues incluso en los casos más extremos estos impulsos pueden ser controlados con un tratamiento adecuado.

El enfermo mental no sólo es aquel que actúa de forma poco coherente, la Ansiedad y la depresión también están catalogadas como enfermedades mentales y por lo cotidiano que puede ser, no reciben la atención necesaria.

Debemos tener presente que la salud mental también es un derecho, que de este depende el éxito de nuestro proyecto de vida, que la enfermedad mental de algún familiar o conocido sufre no debe ser motivo de vergüenza, ya que nadie está libre de padecerla, y que la forma en que tratamos a nuestros enfermos mentales dirá mucho del tipo de sociedad que somos.


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